Carmina Ordóñez tenía tanta relevancia mediática que el fallecimiento no la hizo desaparecer. El material de archivo siempre nos aporta alguna perlita digna de ser destacada, y cuando no también vale la pena repasar su historia de vida; quizás para comprender por qué sus hijos son como son o por qué su vida se terminó antes de lo que nos hubiese gustado.

Carmina Ordóñez nació el 2 de mayo de 1955 en el seno de una familia taurina por excelencia. Su crianza estuvo notablemente orientada a las tradiciones de corridas, y por eso es que no resulta sorprendente que luego se enamorara de un torero. Paquirri fue el afortunado, y casualmente el flechazo tuvo lugar en una corrida. Enseguida se casaron con una ceremonia icónica, y los primeros años, como siempre, fueron felices. No obstante, luego llegaron los problemas.

Con el correr de los años y el establecimiento de la rutina, la madrileña descubrió que su marido quería de ella algo que no podía darle. Él quería a una señora de la casa, mientras que ella quería disfrutar la vida, algo que perfectamente podía hacer dado que su situación económica se lo permitía. Ese tipo de diferencias los llevaron a terminar con el matrimonio, y son muchos los que consideran que allí comenzaron los problemas en la vida de la adversaria de Isabel Pantoja.

Los principales sostenes de Carmina Ordóñez

Fran Rivera y Cayetano Rivera fueron el fruto del amor entre Carmina Ordóñez y Paquirri y también quienes más se lamentan su partida. En la lista también debe estar Julián Contreras Ordóñez, el tercer hijo que ella tuvo. Julián Contreras es el padre del retoño menor, el segundo hombre que a Carmina le hizo creer que el amor era posible. En ese período de tiempo, Paquirri recibió la cornada fatal, y entonces la televisiva comenzó una auténtica batalla legal contra Isabel Pantoja por la herencia que le correspondía a sus niños.

Carmina Ordoñez probablemente no fue una mujer “de familia”, pero sí una excelente madre, y en esa idea coinciden todos los que la conocieron. Fran Rivera, Cayetano Rivera y Julián Contreras Ordóñez fueron los encargados de poner una importante cuota de dulzura en su vida, una vida marcada por la inestabilidad y por los episodios amargos. La modelo no pasó desapercibida para nadie, pero mucho menos para sus hijos, quienes entendieron siempre cuál era su forma de disfrutar el mundo y, de algún modo, luego también comprendieron su decisión final.